Hay que revisar cómo funciona el Ayuntamiento

Para introducir los cambios de eficacia, apoyándose en funcionarios competentes.

• Hay que descubrir y denunciar, cualquier irregularidad del pasado con TRANSPARENCIA: reconociendo errores y exponiendo abiertamente las dudas que plantean determinados comportamientos sociales.
• Hay que recuperar los valores que deben poseer quienes se dedican a los asuntos públicos, marcando distancias entre el electoralismo y la POLÍTICA HONESTA que necesitamos.

La limpieza que se requiere en los políticos no es solo la que se refiere a la lucha contra la corrupción; hay otros vicios en el funcionamiento de nuestra institución municipal que tienen una enorme incidencia en el conjunto de la sociedad, y para combatirlo también necesitamos políticos que, además de competentes, sean honestos. Honestidad en otro sentido, pero limpieza, al fin y al cabo. Pensemos, por ejemplo, en el derroche económico. Es evidente que, tal como está la economía, es un sobrecoste que no nos podemos permitir. Sin embargo, hay muchas maneras de generarlo, algunas son mudamente visibles y otras pasan casi desapercibidas.

¿Cuánto nos cuesta el exceso de burocracia? ¿Y qué tiene que ver con la honestidad de los políticos? ¿Qué actitud guiará su gestión? Puede optar por emplearse a fondo y revisar cómo funciona el Ayuntamiento, para introducir los cambios que propaguen su eficacia, apoyándose en las opiniones de los empleados más competentes y en los sectores sociales afectados hay datos más que suficientes para tomar conciencia de lo que funciona mal. Cambios que pueden ir desde la simplificación y agilización de procedimientos administrativos, eliminación de normas y controles innecesarios, adopción de medidas que incentiven la motivación y la productividad de los funcionarios, etc. En ese caso, puede que su trabajo apenas repercuta en la opinión pública, ni por tanto tenga rentabilidad electoral, pero será fundamental para quienes dependan de esa institución…. Pero…. también podría optar por no complicarse la vida, limitarse a velar porque todo siga funcionando mal como siempre y consagrarse sólo a aquellas iniciativas de interés mediático, para su propio interés político.

Otro ejemplo: ¿cuánto dinero tiramos en inversiones innecesarias? ¿de ese dinero sabe el pueblo, por ejemplo, la factura millonaria devuelta a Afar IV y por qué? A veces no es posible saber de antemano si una inversión lo será, pero hay muchos casos en las que es perfectamente posible saberlo. En cualquier caso, se reduciría mucho el dispendio en este tipo de decisiones si, por lo general, éstas vinieran precedidas de una evaluación rigurosa que las justifique. Una estimación a largo plazo sobre sus ventajas, inconvenientes y alternativas. Naturalmente, tras una evaluación de este tipo, algunas de esas decisiones tendrían que cancelarse. Y el político de turno tendría que tener la honestidad de asumirlo y el valor de enfrentarse con quienes demandaban esa inversión. Hay que investigar y descubrir las decisiones que fueron tomadas en el pasado que incidieron en la economía municipal, o que supusieran una irregularidad contable. Hay que descubrirlas y denunciarlas, como única manera de recuperar la confianza del electorado y también demostrar que hay políticos en los cuales se puede confiar: el silencio hace cómplices, el que calla otorga

Pero hay otros aspectos de la gestión que demandan políticos honestos, además de competentes. Por ejemplo, la solución a muchos de los problemas de fondo que tiene Valdemorillo requiere de estrategias bien definidas, con medidas coherentes a corto, medio y largo plazo. Requiere, por tanto, que los políticos con responsabilidades concretas como el asunto de las urbanizaciones, dediquen su tiempo a diseñar esas soluciones, incluso reclamando ayudas si es necesario para impulsar estrategias, aunque no sean ellos los que recojan los frutos; porque eso también forma parte de la honestidad y el pueblo es al final el beneficiado.

E, incluso, más allá de lo que solemos entender por asuntos de gestión, hay un amplio espectro de temas que tienen que ver con la calidad de nuestra convivencia y, para los cuales, se echa de menos políticos honestos y valientes. (Por cierto, ¿se puede ser honesto sin ser valiente?). Por ejemplo, la famosa transparencia, hablarle claro a la ciudadanía, reconocer claramente los propios errores, exponer abiertamente las dudas que plantean determinadas actitudes o comportamientos sociales, etc. Desde luego, cualquier actuación que escudriñe el consenso de la ciudadanía supone un valor añadido a cualquier gestión

Así podríamos seguir citando ejemplos. No suelen asociarse con la corrupción, pero contribuyen, y mucho, a que la gestión del interés colectivo se haga bien. Algunos discutirán si todo esto entra dentro de lo que debemos entender por HONESTIDAD POLÍTICA, pero, si consideramos como tal el querer darse cuenta de cómo se deberían hacer las cosas, e intentar hacerlas, estaríamos de acuerdo en que efectivamente forma parte de ese atributo.

Esto es exigible a todos los que ostentan alguna responsabilidad política y a quienes aspiran a ello, pertenezcan al partido que pertenezcan. Y de hecho hay gente que, en mayor o menor grado, lo viene ejerciendo. Lo que sucede es que necesitamos limpiar nuestra democracia, es una gran oportunidad para intentar recuperar o revigorizar determinados valores que deben tener quienes se dedican a los asuntos públicos, marcando la distancia entre la política mediática y electoralista, y la política honesta que realmente necesita este país.