¿Qué es: ser Progresista?

A veces, la definición política no tiene que ver con la ideología.

En una entrega anterior y teniendo como fondo el tema del aborto los contertulios: Andrés Matas y Juan Porras, establecían un debate sobre los partidos y el aborto. Yo debo confesar que tengo poco claro el asunto del aborto, enfocado desde una visión amplia y siempre que se quiera por cualquier razón. Pero el asunto de los partidos me ha servido para intentar hacer alguna reflexión y reafirmarme, que nunca tomare parte de una opción partidaria concreta y me quedo como un simple investigador de las contradicciones sociales desde una visión más ecléctica.

Todos tenemos nuestro enclave ideológico, nuestra manera de ver como entendemos la sociedad en su conjunto y también nuestras preferencias a la hora de elegir una opción política determinada. Desde esa elección y sin contar a quien partido votamos, los demás lo pueden descubrir conociendo el periódico que leemos, la radio que escuchamos o la televisión que vemos habitualmente. Sin embargo, leer un diario ver una cadena de TV o tener un dial en la radio tiene una lectura política clara.

Curiosamente, en demasiadas ocasiones, la orientación política concreta no tiene que ver con la visión ideológica que en un momento concreto podemos hacer gala, y por esa razón voy a poner un ejemplo claro: el denominado Partido de los Progresistas de Valdemorillo, ¿es un partido progresista? ¿Sus componentes en el gobierno tienen una visión progresista en la manera de hacer política?

Desde la Revolución Francesa la división ideológica se fragmentó entre derechas e izquierdas, conceptos éstos que se siguen usando en nuestros días. Conceptos trasnochados políticamente. Además, los partidos han comprendido que la masa de votantes que les da el triunfo, no está en ninguno de esos extremos, sino mucho más cercanos al centro. Así pues, en los últimos años hemos visto como todos los partidos con opciones de triunfar en unas elecciones emplean más la terminología de centro derecha o centro izquierda. También es cierto que en los últimos años, tratando de evitar esta tradicional terminología, la izquierda se ha acuñado la expresión “progresista”, como un símbolo de avance y modernidad, tratando de vincular el “conservadurismo” como algo viejo y retrógrado exclusivamente a la derecha. Porque, nadie me negara que la denominación debe ser un reflejo claro y contundente de todo el espíritu partidario de sus militantes, una entidad con el fin de promover la participación en la vida democrática y contribuir a compartir intereses, visiones de la realidad, principios, valores, proyectos y objetivos comunes.

Lo que parece claramente evidente es que los partidos políticos deberían estar regidos por teorías que explican su modo de interpretar la realidad. Un partido político de tendencia liberal, nunca deberia proponer la abolición de la propiedad privada, iría en contra de sus creencias. Lo mismo que uno progresista que tuviera un marcado perfil conservador y continuista. Todos estos razonamientos me llevan a la conclusión de que, algunos ciudadanos que se apuntan a un partido como opción ideológica lo hacen llevados por un interés espurreo de carácter personal y llegar a medrar a costa de una ideología concreta sin cumplir el protocolo durante su testimonio de vida. Eso chirria a su electorado, y de qué manera.

Pero más allá de lo ideológico. Los partidos políticos deben tener estatutos o reglamentos que sus afiliados deben respetar, ya que únicamente de ese modo podrán proponerse como candidatos del partido o participar de la toma de decisiones. No parecería lógico, además éticamente reproblable, que un ciudadano se apunte, oportunamente, a unas siglas políticas con el único objetivo de medrar.

Para difundir sus propuestas y seducir a los votantes, los partidos políticos elaboran una plataforma y diversos programas donde detallan los principales problemas de la sociedad y las soluciones que proponen, dentro de lo que se ha dado en llamar una democracia representativa donde los electores encuentran, a la hora de votar, las papeletas de cada partido político con los candidatos a ocupar los cargos.

Con respecto a su organización, uno de los aspectos fundamentales que ayuda a determinar si una agrupación de personas con objetivos en común es en realidad un partido político, existen diversos rangos característicos dentro de su estructura, en donde los candidatos se postulan para ocupar los cargos públicos y su selección está a cargo del resto de los integrantes del partido; mientras que otros militantes: son simples personas que se encuentran afiliadas al partido, ofrecen ayuda de tipo monetario, mediante el pago de cuotas. Por otro lado, participan de la elección interna de las autoridades y de los candidatos; mientras que los simpatizantes, si bien no integran el partido como parte de su organigrama, son personas que están de acuerdo con sus ideas y principios. En el pueblo se incluyen a familiares amigos y gente que le importa un comino quien pueda salir elegido.

Desde luego la ideología deberia ser la seña de identidad del partido para que los electores puedan tomar postura política, elemento fundamental de un partido político, ya que lo distingue de los demás, lo define claramente y guía su accionar.

De la rectitud con la que un partido defienda su ideología depende en gran parte la confianza de los ciudadanos; sin embargo, es sabido que muchos recurren a medidas que distan de la honradez para conseguir sus votos, y es por culpa de esta situación que la percepción del concepto de partido político suele ir de la mano de la corrupción, incluso cuando no existen hechos concretos que lo justifiquen.