Deberia ser el pueblo, el que decidiera quién puede estar en la política profesional.

La política, convertida en fin personal… no un medio para el bien común

El comportamiento ciudadano no se distancia nada de la clase política y la indignación por la desviación de los fines propios. Nuestros comentarios, lejos de ser constructivos, son poco ejemplarizantes para que el político tome conciencia de su realidad y su responsabilidad. La ciudadanía, está harta de sentirse engañada por una clase política mediocre y mal preparada

Vivimos un momento de cambio que necesariamente debe suponer otra manera de entender las relaciones sociales. El capitalismo económico ha supuesto una manera de vivir fundamentada en el consumo, está dando paso ahora a un populismo sociológico sin tendencia determinada, que puede ser neofascista o lo contrario. La ciudadanía, la masa social, está harta de sentirse engañada por una clase política mediocre por mal preparada y está optando por otras alternativas.

Todos somos políticos por nuestra sola condición de ser social. Y como decía Pericles: “no estamos igual de preparados para hacer de la política una profesión” Ahora bien, no todo el mundo es apto para dedicarse a la política, lo que muestra que existan buenos y malos políticos. Por tal razón, la experiencia política del pueblo, durante todos estos años de democracia, ha mostrado que una tarea de tanta envergadura, cuyas acciones nos afectan a todos nosotros. Tanta responsabilidad, no puede estar en manos de cualquiera. No puede ser que el pueblo vote a candidatos de los que sabe tan poco, que nunca están al corriente de sus promesas y sin que su incumplimiento suponga necesariamente su puesto político.

Ser candidatos, sólo porque van en una lista propuesta por un determinado partido político, no puede ser que los políticos sean, según aparece recurrentemente en las encuestas, uno de los principales problemas de nuestra vida social. Los excesivos casos de corrupción, el alejamiento entre la política y la ciudadanía,. Por todo ello, es imprescindible un replanteamiento de quién puede ser un político y en qué condiciones y también es necesaria una nueva educación política.

Deberia ser el pueblo, el que decidiera quién puede estar en la política profesional y de qué modo. Imposible que un joven ciudadano sin apenas experiencia en nada, de la noche a la mañana y casi sin creérselo, el mismo, pase a representar los intereses económicos de todo un pueblo y por el mero hecho de haberse incluido en una lista determinada. El político habría de estar bien formado o habría de poseer experiencia contrastada tomando decisiones, y dejándole un período de prueba, a ver si se distingue por su “capacidad”. El paso por la política profesional estuviese delimitado temporalmente. Entras en la política, pues te ha encargado el pueblo alguna tarea, y transcurrido un período determinado  Hay otros que podrían hacerlo mejor que tú.

Debo decir que durante los años que llevo alimentando este blog, he aprendido más sociología que durante los años que estudie sociología en la Complutense. El comportamiento ciudadano no se distancia nada de la misma clase política, es producto de una educación “escasamente calvinista” que no necesita restituir para ser perdonado por una sociedad poco tolerante pero muy permisiva con la corrupción y que termina tolerando a un político que incumple sistemáticamente todo lo que prometió en campaña y si exigir su dimisión inmediata.

Debemos también aprender que el político, persona pública al servicio de la comunidad, el pueblo ha de saber de ti: toda tu vida pública, también todo tu currículo oculto para que luego no haya sorpresas, qué dicen de ti los que te conocen, si los has beneficiado o perjudicado con tus decisiones, y, además, cómo estás de ética.

En Valdemorillo, tenemos lo que hemos querido tener y ahora protestamos sin ofrecer demasiadas opciones para resolver lo que no nos gusta. Nuestros comentarios lejos de ser constructivos, son poco ejemplarizantes para que el político tome conciencia de su realidad y su responsabilidad. Entre todos debemos enderezar el barco para que no nos cueste una fortuna y además siga sin funcionar; hay que intentar decir la verdad siempre descalificar, si es necesario, con argumentaciones sostenibles y mostrar cualquier injusticia que se cometa desde una perspectiva generosamente edificante.