¿Dónde se ha metido el PSOE de Valdemorillo?

 

La libertad de expresión nos permite señalar la corrupción y la injusticia.

Pero eso no significa que los culpables vayan a pagar por ello, cuando no se quiere trabajar, y se prefiere que la indignación pase de moda.

En el mundo digital, la privacidad es tan opcional como un filtro de Instagram. Las redes sociales nos han enseñado que todo se puede saber, y que, si no se sabe, al menos se puede inventar. Gracias a esta “democratización de la información”, podemos ver cómo la libertad de expresión se convierte en un desfile de opiniones, algunas tan profundas como un charco, pero, aun así, el poder de fiscalizar al gobierno es innegable..., hasta que nos damos cuenta de que las denuncias son como fuegos artificiales: brillan por un segundo y luego se apagan sin dejar rastro.

Claro, la libertad de expresión nos permite señalar la corrupción y la injusticia, pero eso no significa que los culpables vayan a pagar por ello. Casos como los de Ávalos, Camps, Jaume Matas o González… demuestran que, por mucho que los medios griten, los responsables siguen viviendo tan tranquilos. ¿El motivo? Las instituciones, que deberían investigar y sancionar, prefieren hacer de espectadoras, esperando que la indignación pase de moda.

¿Y qué pasa con las redes sociales?: Ah, la maravillosa herramienta para exponer todo, y hacer que nos convirtamos en expertos en conspiraciones. Claro, el acceso a la información nunca fue tan fácil, pero también nunca fue tan fácil ser manipulado. La ética de los medios y la acción efectiva de las instituciones se diluyen, mientras la ciudadanía, tan activa en redes, se conforma con compartir indignaciones sin exigir cambios reales.

Al final, la transparencia es la gran estrella, pero sin responsabilidad, se convierte en un circo donde todos aplauden, pero nadie hace nada. La democracia necesita más que titulares impactantes, necesita justicia real. Pero mientras tanto, seguimos dando "cancha" a los escándalos, esperando que alguien más haga el trabajo sucio.

En este panorama, el equilibrio entre transparencia y responsabilidad es la clave. No podemos permitir que las denuncias mediáticas se queden en el aire, flotando como titulares llamativos que, al final, no conducen a nada. La transparencia es crucial para el buen funcionamiento de la democracia, pero debe ir acompañada de una verdadera responsabilidad por parte de todos los actores implicados: medios, instituciones y ciudadanía. Solo así podremos evitar que las denuncias se conviertan en un espectáculo efímero y que, finalmente, las irregularidades no queden impunes. La democracia requiere de un sistema robusto que garantice que la exposición pública no sea solo un juego mediático, sino una herramienta de justicia efectiva y duradera.

 

Comentarios

  1. Jesús, no es nuestro voto el que convierte a los políticos en ladrones.
    El ser humano, tiene la virtud de modelar su conciencia para adaptarla a sus caprichos, a sus necesidades y a sus miedos.
    Acabo de escuchar a Milei en su discurso en Davos. Igualito, igualito que lo que pregona y defiende UN TAL Pedro que no puede salir a la calle por lo abuchean.
    Otros políticos no llegan a tanto, ni tienen tanto poder, pero, de lo que prometieron a lo que hacen, hay un abismo. Unos, porque, cuando llegaron, se encontraron tal desastre económico, que era imposible levantar cabeza. Se conformaron con intentarlo, solo en lo económico y se tragaron toda la filosofía que les habían dejado. Así les fue y nos fue. Otros, que, por formación, debían estar picando piedra, llegaron con su ignorancia, se creyeron los amos, los mejores, los sabios y solo saben destruir. Una gran parte de la “casta política”, vive quitándole a los que tienen algo, dicen que es para dárselo a los que tienen menos y engañan, se quedan con ello.
    Otros, “pobriños”, no dan más de sí, hacen lo que pueden y no encuentran la manera de llegar. Mientras, los demás, nosotros, tenemos que armarnos de paciencia y buena voluntad para soportar el chaparrón que nos echan encima o nos quitan la capa para ponérsela ellos.
    A muy poquitos veo, que digan que hay que disminuir el Estado. En España tenemos diecisiete ESTADOS, veintitrés MINISTERIOS, miles de CONSEJEROS y chupatintas a “go go”. Se me olvidaba, más de la cuenta, se escudan en decir que esto o aquello no es de su competencia.
    Una cosa más: ¿Quién manda de verdad, los políticos o los funcionarios?
    Pasadlo bien. Andrés

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