El liberalismo: riqueza para pocos y pobreza para muchos.


Casi 1.200 millones de personas viven con una renta de un dólar diario, cerca de la cuarta parte de la humanidad se encuentra en una situación de extrema pobreza, sin poder cubrir sus necesidades alimenticias.
El mismo informe estima que, si pobreza es "tener hambre, carecer de cobijo y ropa, estar enfermo y no ser atendido, y ser analfabeto y no recibir formación", la mitad de la población mundial padecería estas condiciones ya que 2.800 millones de personas viven con menos de dos dólares diarios. Recientes estudios, el informe anual de la FAO y otro elaborado por la ONG Acción contra el Hambre, calculan que unos 800 millones de personas sufren desnutrición, lo que representaría el 13 por ciento de la población mundial.
No hay países pobres. Sí países donde la mayoría de la gente es pobre. Pero ello no quiere decir que estos países sean pobres. Haití, por ejemplo, con una renta per cápita muy baja, tiene los suficientes recursos para que la mayoría de la población no lo fuera. El problema real no es la falta de recursos, sino el control de los peculios agrícolas, es decir la tierra, está en muy pocas manos y con intereses en los países ricos.
No hay ningún estado desarrollado en el mundo que no haya alcanzado el nivel de progreso sin seguir políticas proteccionistas del libre comercio. Sin embargo para aquellos países en fase de desarrollo, como Méjico, que no tuvieron tales medidas proteccionistas, han tenido un impacto extraordinariamente negativo, pues han inducido a la destrucción de gran cantidad de puestos de trabajo.
Las supuestas ventajas del libre comercio en los países pobres afectan positivamente a las rentas superiores relacionadas con el sector exportador, controlado por inversores extranjeros, y negativamente a las clases populares. El dinero público se impone para facilitar la inversión extranjera a costa de otras imposiciones que se establecieron para orientar a crear empleo en los sectores domésticos.
De manera parecida ocurre en los países ricos. Los tratados de libre comercio son la causa del crecimiento de las desigualdades sociales, siempre estableciéndose los mejores y mayores beneficios en las rentas más próximas al sector del poder económico y a las a las rentas superiores. El sector exterior está muy desarrollado a costa del sector doméstico, poco próspero, en parte como consecuencia del descenso de la demanda casera, que ha sido el resultado del descenso de los salarios.
La evidencia acumulada que apoya abundantemente cada uno de estos puntos muestra la falsedad del dogma neoliberal. El hecho de que, a pesar de ello, continúe promocionándose, es porque tales tratados benefician a las elites financieras e industriales de los países ricos así como a sus aliados en los países pobres. Es esta alianza de clases la responsable de que el estándar de vida de los sectores populares, tanto de los países ricos como de los pobres, esté estancado.
Se necesitaría establecer un nuevo paradigma económico que permita articular una nueva alianza que reconozca cambiar el sentido de los tratados, se requiere otra manera diferente que nos pueda permitir el alejamiento de este tiovivo económico, que está afectando cada vez más intensamente y de manera directa a las clases medias y bajas de una sociedad neoliberal impuesta desde un mundo globalizado. En el que el llamado poder económico y el mercado no se encuentren permanentemente por encima de los intereses de la mayoría de la población mundial.
Pero la fábula del capitalismo demuestra también que, si se pretende trasladar los estándares laborales y sociales vigentes en los países industrializados a los menos desarrollados, se impide a éstos aprovechar sus ventajas comparativas en bajos salarios o en menores niveles de protección social. Las mejoras en estos campos deberán ser paulatinas y paralelas al desarrollo económico. En esta carrera no existen atajos y el país que intenta tomarlo vuelve al pelotón de cola.



Comentarios

  1. La matización que incluyes en el último párrafo es inteligente. A cada país su ritmo de creciminto, sin mesianismos, pero también sin palos en las ruedas

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