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3/13/20

ANONIMO, VERSUS IMPUNIDAD

¿Se está convirtiendo Internet en un espacio detestable?
Hay gente que, al igual que cuando conduce, se transforma al navegar por la red. Cuando nos comunicamos en el mundo digital escribimos cosas que no somos capaces de decir cara a cara. El anonimato y cierta sensación de impunidad contribuyen a una mayor violencia verbal. Pero muchos olvidan que lo que comentamos en nuestras redes sociales deja huella.
El odio es difícil de definir. Normalmente, cuando le preguntamos a una persona qué siente cuando odia nos suele hablar de animadversión, desprecio, asco. Es decir, una combinación de otras emociones negativas. Parecen juntarse para dar lugar a eso que llamamos y sentimos como odio". Ese odio es más propio de personas inadaptadas que utilizan la red como liberador de odio. Porque todos sentimos odio hacia algo o alguien en algún momento de nuestra vida. Pero es un verdadero problema cuando es persistente y se llega a caer en una espiral que lleva a la violencia como refleja la pirámide del odio. Cuando sentimos odio, la corteza pre frontal del cerebro, está muy activa y la persona que odia está continuamente tratando de satisfacer ese odio, probablemente, buscando hacer daño a lo odiado de alguna manera.
Víctimas y expertos denuncian que las plataformas no están haciendo lo suficiente para frenar el odio de muchos mensajes y vídeos. Facebook, YouTube y Twitter se han comprometido a aumentar los controles, pero hoy por hoy es un fenómeno sin freno. YouTube, GOOGLE y Facebook aseguran que están redoblando esfuerzos, aumentando la colaboración con diferentes asociaciones y colectivos, y utilizando inteligencia artificial para resolver los errores que asumen se han cometido hasta ahora.
Las redes están muy cuestionadas, y mucha gente ha empezado a abandonar estas plataformas, como protesta, especialmente Twitter, la más criticada por su poca eficacia para eliminar el odio en su red.  Los gigantes de internet se encuentran inmersos en una batalla contra la difusión de la desinformación, un fenómeno que preocupa cada vez más a ciudadanos y Gobiernos. El dilema al que se enfrentan plataformas y redes, como vectores de distribución de bulos e informaciones tóxicas, afecta directamente al núcleo de su negocio. ¿Deben impedir que los usuarios compartan contenidos sin parar? ¿Son las empresas responsables de lo que la gente publica? ¿Se puede obligar a que filtren previamente los contenidos? Al fin y al cabo, ¿es conveniente dejar la decisión de decidir qué es verdad o mentira estas compañías multinacionales?
Los esfuerzos de las redes sociales por luchar contra la desinformación se mueven en un terreno doblemente resbaladizo: por un lado, hagan lo que hagan para frenar la distribución de bulos es un ataque contra el núcleo de su negocio: que compartamos compulsivamente información para que puedan recabar nuestros datos, conocernos mejor y vender publicidad personalizada. Por otro, algo más amplio, puede menoscabar la libertad de expresión, que ha sido el motor de internet durante los últimos 30 años –hecho del que las plataformas se han aprovechado sabiamente y, al fin y al cabo, de la democracia moderna. 
Estas compañías, conscientes de que no son ellas las que han de decidir qué se puede publicar y qué no la temida censura, hilan muy fino: no eliminan contenidos a no ser que incumplan sus términos de uso, como los discursos de odio o los insultos. Naturalmente, todas ellas permiten que los usuarios cuenten mentiras, bulos y desinformación. 
Detrás de este esfuerzo, radica una razón principal: el peligro que supone para ellas que terminen siendo consideradas legalmente como editoras de contenidos, no como meras intermediarias. En tal caso, su responsabilidad en la difusión de contenidos indeseables, como los bulos, sería muchísimo mayor de la que tienen hasta ahora. Y eso sería malo, muy malo, para su negocio, cuyo motor es precisamente que los usuarios compartan información sin parar.


6 comentarios:

  1. Pilar Laso García13 de marzo de 2020, 22:05

    Que razón tienes Jesús, la mala leche que destila algunas redes asusta. No merece la pena tanto odio por tan poco. Los anónimos no deberían permitirse fundamentalmente cuando se difama.

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  2. El problema no es de las redes como tal cosa física, el problema es de la poca cultura que tiene el que las usa. Poca o mucha, porque el que sabe mucho las utiliza para implantar las ideas que considera más válidas para potenciar su "poder" o su influencia en determinados poderes más o menos fácticos. Los que tienen medios, léase "pasta", hacen en las redes lo mismo que en los medios de comunicación, manejarlas a su antojo.
    La ventaja que tienen para los "pringaillos", los que no tenemos esa capacidad de influencia, es que podemos deshagarnos un poquito, de paso es posible que alguien del poder más cercano se entere, si quiere, de lo que pensamos los que nos atrevemos a decir lo que nos pasa por la cabeza o lo que vemos que ocurre y que no debiera ocurrir y se permite.
    El problema es la falta de educación generalizada. Falta de educación que permite que se llegue a concejal, consejero o ministro (Lo pongo con minúsculas, con mayúsculas hay tan poquitos que es difícil distinguirlos) sin saber hacer la o con un canuto, si se le añade la falta de principios y que nuestra Justicia de Justicia solo tiene la venda para no ver, ocurre lo que estamos viendo todos los días a nivel de Ayuntamientos, a nivel de Autonomías y a nivel de Estado. Se me está calentando la boc... el ordenador. Mejor lo desenchufo no me vaya a explotar en las narices.
    Pasadlo bien. Andrés

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    1. Andrés, ahora que tengo las 24 horas para no moverme de casa dispongo del todo tiempo del mundo para pensar, leer y escribir. Durante la próximas semanas voy a trabajar sobre las redes sociales, que se han convertido en una herramienta importante para comunicarse, también en uno de los principales medios para difundir información, ¿Pero ¿qué sucede cuando estas redes son utilizadas como vendetta personal? sin pruebas que puedan basarse en la razón, y bosquejando conclusiones puramente objetivas. Algo parecido a apuntar: “esto es así porque lo digo yo” Muchas veces estamos llegando a las conclusiones sin haber pasado por su análisis objetivo y eso no es de recibo ofreciendo “carnaza” sin otro argumento que la vendetta.

      El mundo virtual ha permitido a todo usuario que lo desee desvincularse de su identidad y sentirse algo más libre. Como respuesta, surgen tentativas de limitarlo: de la última hace solo unas semanas y se escuchó en España. EL GOBIERNO PROPUSO ACABAR CON EL ANONIMATO VIRTUAL PARA QUE LA POLICÍA NO PIERDA “UN TIEMPO PRECIOSO” EN DETECTAR A QUIENES INCURRAN EN POSIBLES DELITOS DE ODIO.
      La propuesta se anunció después de que un tuitero escribiera a la diputada Alicia Sánchez Camacho: “A ti te tendría que haber encontrado la manada”, en alusión a los presuntos violadores de los Sanfermines. Pero también China cercenó el anonimato en 2017 en lo que se ha considerado como una invitación a los usuarios para que se autocensuren. Y Rusia, por su parte, lanzó un proyecto de ley para obligar a las redes a verificar la información personal de los usuarios.

      La posibilidad de opinar y expresarse de incógnito se limitaba durante siglos a quienes escribían en la prensa y decidían trabajar bajo seudónimo y sin desvelar su autoría. La eclosión de internet y de las redes sociales abrió una esfera pública alternativa y de libre acceso: el derecho al anonimato se democratizó, pero trajo, a su vez, problemas: decenas de usuarios que se entretienen amenazando, calumniando e injuriando a otros.

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    2. ¿Serviría de algo prohibir el anonimato? ¿La medida afectaría más a los usuarios sádicos o a quienes emplean la red para ejercer su libertad de expresión? ¿Censurar el anonimato limita la libertad de expresión y de opinión?

      El anonimato, en realidad, apenas existe todo queda encriptado en la red para cuando alguien pretenda conocer al difamador, lo explica el sociólogo experto en redes Javier de Rivera: “No se es anónimo a no ser que se usen mecanismos de encriptación de la IP muy complicados. Por lo general, es muy fácil saber quién eres. Tiene que haber una orden judicial y la empresa que da la conexión a internet debe proveer los datos”. Rivera precisa que hay un anonimato de cara a otros usuarios, pero no un anonimato total. Hace falta orden judicial. Es decir, si el usuario ha cometido un delito, se le localiza y se le procesa. La ley actual ya permite actuar contra los infractores. Entonces, ¿cuál es la intención de la propuesta? ¿Se quiere limitar otra cosa de forma colateral? Quizás se comprenda mejor la intención si se examina qué aporta el anonimato a quienes optan por emplearlo.

      Hay que actuar siempre que se difame, lo ocurrido con Miguel Ángel, Fernando y otros por algunos vecinos es una simple vendetta y si el Juzgado no se pronuncia tendrán que hacerlo ellos para depurar su nombre. Yo tengo claro lo que hay que hacer y no resulta complicado. Todo está a disposición de los Jueces en GOOGLE

      En este sentido, las redes ofrecen cantidades ingentes de alimento. Internet tiene tal cantidad de opiniones y de material que prácticamente puedes hacerte un menú para decir o demostrar lo que quieras, pero no es representativo de nada. Se presta a una manipulación tremenda.. Como consecuencia, se sobredimensionan las actuaciones reprochables y la limitación de la privacidad empieza a perfilarse como admisible para gran parte de la población. Este tratamiento da alas a unos poderes políticos que saben bien que el primer paso para recortar un derecho es hacer que la gente lo contemple como un exceso intolerable.

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    3. Andrés Arango Díaz14 de marzo de 2020, 20:13

      Ojo, que no se nos olvide Profesor, que somos españoles.
      Las iniciativas para restringir el campo de libertad que despejaron las redes sociales e internet suelen apoyarse en argumentos de seguridad y de victimismo. En esto, la forma en que los medios masivos cubren lo que ocurre en el tejido virtual ha contribuido a exacerbar los recelos, sobre todo, entre quienes no conocen bien el funcionamiento de la red. Tuits insultantes de usuarios con menos de 100 seguidores adquieren una relevancia desproporcionada. El victimismo es un argumento político y también un posicionamiento periodístico, editorial e ideológico (además de un efectivo cebo).
      Andrés Arango Díaz

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  3. Jesús Esposito Quintero16 de marzo de 2020, 0:39

    La red no es un problema.
    La red es una herramienta que bien usada y administrada nos daría muchas alegrias y oportunidades.

    En La red confluyen dos problemas:
    Por un lado la facilidad de acceso y a un precio bajísimo.Cualquiera puede tener un punto de conexión sin saber que que punto es. Anonimato a tope. Es absurdo justificar que siempre se puede saber quién está al otro lado, eso sí, acudiendo al juez. Absurdo. No hace mucho tiempo la red celular era igual hasta que llegó un ministro de interior que obligó a poner el DNI encima de la mesa para contratar una línea prepago. Se acabó el cachondeo.

    El otro problema que hay es el excesivo tiempo libre que mucha gente, con pocos escrúpulos y/o poca creatividad, tiene y lo usa dando vueltas en la red. No entiendo a esas personas que están pegadas al telefono siempre exigiendo la inmediatez. De nuevo el precio.

    Me remuerde la conciencia. Me he apartado de mi tarea para tomar un café, la noche puede ser larga y dura, y para desconectar de este mundo que nos han complicado.

    Os deseo que el corona... no os visite.

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