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6/21/16

Ante las urnas del día 26


Por una sociedad más austera, más justa, menos desigual, más libre, más democrática y más humana.
Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista Italiano, uno de los creadores de los conceptos de eurocomunismo y del compromiso histórico. En los setenta opinaba que: La austeridad, según los contenidos y las fuerzas que la encaucen, puede utilizarse como instrumento de depresión económica, de represión política y de agrandamiento de las injusticias sociales, o como ocasión para la implantación de un modelo de crecimiento económico y social nuevo, para un riguroso sometimiento del Estado, para una profunda transformación social, para la defensa y expansión de la democracia.
En los años setenta del pasado siglo, consideraba que: una política de austeridad transformadora no sería una política de nivelación a la baja hacia la pobreza o la indigencia, ni ha de proponerse como objetivos la mera supervivencia de un sistema que había entrado en crisis. Por el contrario, había de tener como finalidad la justicia, la eficacia y una moralidad nueva.
Entonces, la austeridad aparecía uno de los instrumentos para oponerse desde la raíz a un modelo de crecimiento basado en el derroche de los recursos naturales, un instrumento para sentar las bases de la sustitución del consumismo irracional y para luchar contra el cambio climático.
En la década de los setenta del siglo pasado antes del estallido de la primera crisis del petróleo, el Club de Roma, encargó al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) un informe que se tituló Los límites del crecimiento. Por aquel entonces, el profesor Ramón Tamames, público, un magnífico libro titulado “La Polémica sobre los Límites del Crecimiento” fundamentado en que: si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos cien años. Así, el planeta pone límites al crecimiento, como los recursos naturales no renovables, la tierra cultivable finita, y la capacidad del ecosistema para absorber la polución producto del quehacer humano.
La contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantenían sin variación, la Tierra alcanzaría los límites absolutos de crecimiento todo lo más en un siglo. Se argumentaba que en un planeta limitado, las dinámicas de crecimiento exponencial (población y producto per cápita) no eran sostenibles, por lo que se exigían políticas de austeridad. El Enrico Berlinguer, cogió el testigo del Club de Roma a favor de una austeridad transformadora y redistributiva En un ensayo titulado Austeridad , Berlinguer contestaba a cuestiones como por qué antes de la crisis del petróleo la izquierda no hablaba de la austeridad como posible estrategia superadora del capitalismo, y desde mitad de los años setenta sí. No dejaba de ser sintomático que Berlinguer desarrollara las ideas de su ensayo sobre la Austeridad en dos asambleas comunistas. Intelectuales y obreros eran las dos piezas básicas del proyecto del PCI, el único partido occidental a la izquierda de la socialdemocracia que estuvo a punto de gobernar
Berlinguer planteaba hace casi 40 años: o nos abandonamos al curso actual de los acontecimientos o por el contrario se debe afrontar la versión redistributiva de la austeridad. Ello implicaría restricciones de ciertos bienes a los que nos hemos acostumbrado, renunciar a ciertas ventajas adquiridas aunque nunca en el terreno de la protección social. No es cierto que la sustitución de determinadas costumbres por otras más austeras y no derrochadoras, vayan a conducir a un empeoramiento de la calidad y de la humanidad de la vida. Una sociedad más austera puede ser una sociedad más justa, menos desigualdad, realmente libre, más democrática, más humana.

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