También en campaña hay que decir la verdad
El “espíritu” de Ángel Acebes, planeó este viernes por Génova
El atentado contra la embajada de
España en Kabul: otro golpe a la credibilidad del Gobierno del PP y a su Presidente.

El
viernes, antes de confirmarse la muerte de un policía español en la capital afgana,
Mariano Rajoy se afanó a desmentir que el objetivo de los terroristas fuera la
legación española: “No ha sido así. No ha habido un ataque ni era la intención
de hacerlo contra la embajada de España.” Un desmentido a su vez desmentido por
los hechos conocidos con posterioridad.
A
ese grave error sumó dos más. Primero, aportar otras informaciones no
contrastadas e inveraces: que no había víctimas mortales, solo un agente herido
y no “de extrema gravedad”, cuando el subinspector Jorge García Tudela había fallecido
al instante y el policía Isidro Gabino lo hizo después en el hospital. Y
segundo, garantizar que todos los funcionarios de la embajada habían sido ya
“liberados”, dato que, además de ser falso, contradecía la tesis de que el
edificio no era el objetivo de los terroristas. ¿Por qué habría que liberarlos
si el atentado se había dirigido, según la versión presidencial, contra un
hotel cercano?
Confirmado
el asalto talibán contra la embajada, que en total se cobró cuatro
vidas, una nota de la Moncloa ha puesto al fin las cosas en su sitio “Es un ataque contra España”, para matizar después que “se mantiene abierta la investigación y no se descarta ninguna hipótesis”. En vísperas electorales vuelven, pues, las “dos líneas de investigación” que tras el 11-M acuñó el ministro Ángel Acebes para insistir en la autoría etarra, pese a que todas las evidencias señalaban que era la represalia yihadista por la participación española en la guerra de Irak.
vidas, una nota de la Moncloa ha puesto al fin las cosas en su sitio “Es un ataque contra España”, para matizar después que “se mantiene abierta la investigación y no se descarta ninguna hipótesis”. En vísperas electorales vuelven, pues, las “dos líneas de investigación” que tras el 11-M acuñó el ministro Ángel Acebes para insistir en la autoría etarra, pese a que todas las evidencias señalaban que era la represalia yihadista por la participación española en la guerra de Irak.
Cuando
un país como España participa junto a sus aliados en misiones que se
desarrollan en escenarios de conflicto debe ser consciente de que, tarde o
temprano, puede sufrir bajas. Lo que no es de recibo es que un presidente
regatee o deforme la información sobre un atentado terrorista por temor a que
este dañe sus expectativas electorales. Ya sucedió en una ocasión, y las urnas
le pasaron factura".
Ahora
se sabe que además de los policías españoles fallecidos, el personal de
seguridad y civil de la embajada “se protegió en dos búnkeres subterráneos del
edificio a los que los talibanes no pudieron acceder”, según publica La Verdad
de España. Mientras los terroristas estuvieron en el interior del edificio, las
personas escondidas en el búnker llamaron por sus celulares a la Dirección
General de la Policía en Madrid, informando lo que ocurría, lo que pone en duda
la versión que la embajada no era un blanco real de los terroristas.
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