Con mi felicitacion Navideña, incluyo que :

La verdad, no es virtud de la política local. 

Solo la ingenuidad puede creer que la verdad es una virtud de la política. La historia de Valdemorillo nos ofrece ejemplos de cómo las mentiras, las ocultaciones, las manipulaciones y las medias verdades han sido herramientas del poder municipal durante años.

Tuve la ocasión de coincidir con un vecino de mi urbanización en una cafetería de Madrid. Pedro, que así se llama mi interlocutor, tenía el convencimiento de haber comprado un chalet en una urbanización privada y que por esa razón pagaba una cuota de mantenimiento “sine die”. Espero y deseo que a partir de ahora Pedro podrá entender un poco mejor el interés que tiene Valdemorillo Despierta en el panorama de nuestro pueblo.

Este caballero, había caído en un entorno comunal que defiende la idea de la privatización como manera para que la urbanización pueda funcionar al margen de la desidia municipal. Y es que Pedro tenía, y espero que ahora no la tenga, una idea falsa de la realidad facturar defendida desde posiciones de interés. Perceptible, durante tiempo, por la desidia municipal ejercida por los políticos que situaron sus intereses personales  alejados de la realidad sociológica en la que vive una mayoría ciudadana de Valdemorillo, que por no ser  oriunda, ha estado muy despegada del escenario municipal.

En la actualidad, la confrontación del poder con la verdad factual se ha recrudecido. “Mientras que probablemente ningún tiempo pasado toleró tantas opiniones diversas, la verdad factual, si se opone al provecho o el placer de un grupo determinado, se recibe hoy con mayor hostilidad que nunca. Pero lo más inquietante es que, al tiempo que las verdades factuales indeseadas son toleradas en democracia, a menudo son transformadas, consciente o inconscientemente, en opiniones, como si el hecho del apoyo a la idea que la mejor manera para las urbanizaciones de Valdemorillo es seguir siendo de índole privado, con el supuesto de creerse como verdad, como tenía Pedro.

De todas las verdades, esta  la factual es por su naturaleza la más vulnerable cuando entra en la esfera del debate público. Además, se construye con testigos, registros, documentos, imágenes, monumentos, todos los cuales podrían ser sospechosos de falsedades o imprecisiones. El mentiroso es libre para decorar sus hechos con el fin de adaptarse al beneficio de su audiencia, tiene más posibilidades de ser persuasivo que el relator de la verdad. Cuando el mentiroso fracasa en su intento de imponer su falsedad, simplemente deja de presentar esta como una verdad revelada y pasa a plantearla como una “opinión” con la finalidad de mantener vivo su embate.

El objetivo fundamental de este artículo es mostrar cómo la propuesta de la injusticia epistémica permite comprender la relación entre la mentira en política y la injusticia. Cuando la mentira política asume un sesgo perjudicial basado en la identidad, causa mayores daños en el mundo social compartido entre varios. Para lograr aclararlo, primero, hay que analizar el vínculo entre el mentir y el agente, buscando dilucidar las particularidades de la mentira política frente a otras formas de mentir. Segundo, denunciar que la mentira política sustentada en el prejuicio, configura una condición ontológica de las víctimas.