¿Por qué no se castigan, en las elecciones próximas, la falsedad en las urnas?

 

La indecencia corrompe al político pervirtiendo al pueblo, y los electores somos culpables

Estamos a pocos meses de unas nuevas elecciones municipales y por eso quiero proclamar y seguiré haciéndolo: que los ciudadanos seamos engañados una vez, es fácil. ¿Pero dos? ¿Y tres? ¿Y cuatro?... La política no puede coexistir tanto tiempo con la mentira, con la falsedad.

Me sorprende que, estando al corriente de la indecencia, sigamos votándoles. “Corrompe al político y pervierte al pueblo”.

Afirmar, que tenemos los políticos que nos merecemos, es descorazonador. Poseemos suficientes problemas como para encima asumir podredura en nuestros políticos locales. La colecta de escándalos parece habernos colocado cerca del umbral de lo soportable. Nos desayunamos con nuevos detalles en torno a nuevos chanchullos que nos acompañan desde hace tiempo, y puede darse por seguro que sólo cabe esperar el siguiente fraude.

En los pasados comicios locales, el panorama no cambió. Alguna candidata “tocada” por prevaricación, volvió a ser votada, confirmando la tolerancia con los chanchullos políticos. Lo que nadie debe negar es que, si la función de un Concejal está en gestionar los intereses de este pueblo, no debería anteponer su concierna, si lo hace está traicionando la confianza que hemos puesto, hipotecando la posibilidad de hacer cosas al servicio del bien común. Pero lamentablemente, no todos los chanchullos son percibidos como inequívocamente negativos, incluso alguno se alegra de tener un político corrupto en el cargo ya que podría mejorar su negocio. Ahí pudiera estar la esencia del mal de esta sociedad en la que vivimos.

Para Aristóteles la política tenía un fin ético: hacer al hombre más feliz y mejor. Más feliz, sí, pero no sólo en un sentido material por lo que una buena política repercute en el ciudadano. Pero la paradoja de la corrupción se ha convertido en un concepto clásico: mientras que la corrupción se considera un comportamiento reprobable y vergonzante, algunos políticos sépticos, mantienen su popularidad.

 ¿Por qué los votantes mostramos una preocupante tolerancia con los candidatos implicados en casos de corrupción? ¿Por qué el previsible castigo electoral tiene un alcance más que limitado? Son varias las posibles causas de esta permisividad. Que no son excluyentes ni alternativas, sino que se complementan para perfilar todos los porqués de esa paradoja. Por ejemplo: el concejal o concejala que tiene dedicación, y se propone otras actividades: está cometiendo corrupción.  Esto se hace porque el sistema es tupido, yo lo hago, tú también, yo te tapo, tú me tapas… Y lo lamentable es que los contribuyentes nos callamos y además les seguimos votando y por esa razón nos hacemos cómplices directos de la corrupción.

El buen gobernante no es aquel que pretende servirse de la política, sino el que sirve a la política. Sólo cambia una preposición y cambia tanto… la buena política como ejemplo para crear una buena sociedad. A fuerza de engañar a los ciudadanos, el político acaba convirtiéndose a sí mismo en mentira y se derrumba su propia mente; y cuando un político/a aniquilado/a, mental e intelectualmente tiene poder, no sólo se corrompe él, sino que lo destruye todo.

Todos somos corresponsables de la eficacia y la sostenibilidad del sistema. Para mí la corrupción tiene que ver con la libertad humana: si nos da la gana de generar un sistema mejor y más justo, lo haremos. Si no queremos porque en el fondo mi parcela queda protegida, el sistema de la corrupción y la desigualdad tiene para años y años”. Eso se llama, mirar para otro lado sin asumir responsabilidad, y eso es perverso.

"Son todos iguales"; es la muletilla que se utiliza para afear a la clase política en su conjunto, para achacar sin matices comportamientos particulares ilegales a los representantes de todos los partidos políticos. Esta suerte de cinismo político conlleva una generalización de la sospecha sobre todos los cargos públicos, aplicar una presunción de culpabilidad sin hacer distingos. Cuando un medio informativo, como este, describe un caso concreto, para algunos, la noticia, se percibe como el resultado de una campaña orquestada con intereses encubiertos. Un mal endémico que debe neutralizarse desde la razón e inteligencia.