En la política municipal de Valdemorillo ya no nos vale un punto y seguido.

 

Necesitamos un punto y aparte.

La política de este pueblo requiere de conocimiento e inteligencia para conseguir objetivos concretos, no vale todo. No valen los procedimientos marrulleros encaminados a alcanzar el poder a cualquier precio. Si además se propicia el distanciamiento existente entre la sociedad en su conjunto y los políticos.

Nunca un pacto de gobierno, como el que Los pactos deben formar parte del juego democrático, para conseguir gobernabilidad. Ahora bien, no todos deben ser igualmente considerados. Fundamentalmente cuando se transgrede, en su esencia, la verdadera voluntad de los electores. O se oponen al fundamento programático que permitió obtener los votos. Entonces se torna éticamente inabordable al lesionar los verdaderos intereses del electorado, anulando la esencia del voto y dando la espalda a su indiscutible pronunciamiento. Los pactos interesados que se acometen de espalda e sus electores, deslegitiman a sus agentes políticos.se realizó después de la moción de censura, para intentar mantener el control del poder a toda costa y contrario a los verdaderos intereses de un electorado ausente. Si a todo esto, unimos los acontecimientos negativos generados por la crisis y el mal uso que algunos políticos han venido haciendo de lo público en beneficio privado, arrastrando a una sociedad cada vez más sensibilizada y harta. Un pueblo que está reclamando otra manera de hacer política, mucho más transparente, fiel y fundamentalmente más justo con las urbanizaciones.

La nueva etapa de Valdemorillo deberá diferenciarse de las anteriores, en mayor participación ciudadana en los Plenos y mucha más ayuda a las urbanizaciones. Construyéndose así una comunión de intereses entre gobernantes y pueblo. Que la ciudadanía conozca, de verdad, lo que se está haciendo, cómo se están gastando los dineros del contribuyente, qué proyectos se deben acometer, en qué tiempo y como se van a sufragar…. Que pueda notarse que la obligación ciudadana no termina con el voto, que se prolonga durante la legislatura y en la que tiene el deber y el derecho de estar convenientemente informado de todo, no únicamente de aquello que es solamente del interés electoral.

Cuando se consulta a la ciudadanía cuestiones relacionadas con su entorno más cercano (urbanismo y movilidad, gestión de servicios públicos, etc.) se consigue un elevado nivel de respuesta y las aportaciones recogidas resultan de gran utilidad. Generalmente no se trabajan aspectos normativos demasiado complejos, ni se requiere un elevado grado de información para realizar un análisis global. Simplemente se busca un contraste con el día a día, con la percepción de las personas que habitan en un territorio concreto y que son las grandes expertas en la vida real.

La participación ciudadana es una herramienta de gran utilidad para mejorar la gestión de instituciones públicas y privadas. Aporta nuevas visiones en la redacción de normativa o la planificación, permitiendo el contraste de opiniones con personas o colectivos que suelen estar al margen de estos procesos. Estos mecanismos de participación hacen que se pueda escuchar a la ciudadanía de forma organizada y con una ofreciendo garantía de respuesta. Hay que tener en cuenta que la gestión institucional es cada vez más compleja. La cantidad de información disponible, la interrelación de todas las actividades dentro y fuera de la propia institución, la incorporación de nuevos agentes ajenos a la política con intención de colaborar, etc., hace que ya no sea posible encontrar una única solución perfecta (quizá nunca fuera posible) a los retos que se deben afrontar. En este nuevo escenario es preciso un enfoque poliédrico y complejo, en el que es necesario valorar los problemas desde diferentes puntos de vista, poner encima de la mesa todos los enfoques y buscar cómplices y aliados. Y ahí es donde la participación ciudadana tiene un protagonismo especial: mejorando la toma de decisiones incorporando a la ciudadanía (organizada o a título individual) como un nuevo agente.

El desprecio que sentimos por la política, considerándola una actividad indigna, puede condenarnos a sufrir una degradación democrática de difícil solución. Como consecuencia de ello debemos participar en el control de la gestión política.