No hay políticos/as ladrones/as, lo que hay son ladrones/as que se meten a políticos/as.

 

Cuando tratamos la corrupción una actualidad que nos agobia

Creo que es un buen momento para que le demos la vuelta al término, para que no repitamos siempre que el Poder Corrompe. No hay políticos ladrones, lo que hay son ladrones que se meten a políticos.

Vivimos en un país que ha sufrido los avatares de varias intrusiones históricas de pueblos que han recorrido nuestra geografía y que han ido depositando, en nuestro ADN, un carácter de temporalidad que ha venido a potenciar el sentimiento de apropiación de todo aquello que tengamos a mano antes que lo haga el que viene detrás. Cuando se decide limpiar la corrupción y apostar por la transparencia, hay una primera fase de indignación y un fortalecimiento de los controles que han fallado.

Lo que no cabe la menor duda es que si la opinión pública se ve obligada a poner adjetivos a determinadas profesiones, la respuesta al definir al político: sería “ladrón”, pues los cientos de casos abiertos por la afinidad de apropiarse de lo ajeno ha enmarcado a toda una parte importante de la gestión pública. Quien es ladrón (salvo por necesidad para dar de comer a tu familia) lo es al margen de la profesión. Luego su condición fundamental, su auténtica esencia, es la de ladrón o ladrona y su dedicación laboral, irrelevante.

Un grupo de investigadores de la Escuela Marshall de la Universidad de California del Sur, llegó a la conclusión de que el poder hace a las personas menos justas, y empuja a cometer actos inmorales, sólo cuando cae en manos de gente que estaba acostumbrada a robar.  Cuando ladrones/as metidos/as a políticos/as, al moverse por su beneficio particular, no solo no generan riqueza, sino que acaban construyendo relaciones parásitas con diferentes personas de su entorno de intereses. Las élites extractivas se encuentran en el mundo público que manipulan la institución municipal en su beneficio, o en el de su clan, sin atender al bien común.

En definitiva, un político, un carpintero, un albañil, un abogado, un médico, un arquitecto, un parado… en definitiva, una persona, sea del género que sea, puede ser ladrón o ladrona si ejerce como tal, pero nunca por pertenecer a un gremio determinado, pues esa condición es innata y no viene en ningún curso de formación. Quien lleva a casa cualquier objeto o cantidad que no sea fruto de su trabajo comparte con los políticos el mismo calificativo al que nunca hay que adjuntar la cualidad de generalizarlo. La explicación maquiavélica: “Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”. Aparentar sin serlo es una mentira. Y ya sabemos quién es la madre de la mentira...

La labor favorita de algunas élites de poder es la monetizar su autoridad a través de la corrupción, una práctica que requiere: actores: políticos y la ayuda de funcionarios/as con influencia en empresas o administraciones públicas, para saber pagar con condiciones favorables al contratista, para después recibir comisiones con la ayuda de algún otro también beneficiado, para esconder o blanquear el dinero delictivo.

HAY ALTERNATIVA A LA ÉLITE PARÁSITA Y CORRUPTA.

Se llama liderar para el bien común; convertirse en un símbolo integrado por personas con fuertes convicciones y virtudes. Sus armas son la suma de valores, el sentido del bien y del mal, la voluntad para “decir no” a las gratificaciones instantáneas de naturaleza disfuncional y la capacidad de engendrar relaciones colaborativas basadas en la confianza, en la reciprocidad y en el respeto mutuo.

Un líder con virtudes pone barreras al uso del poder, no recurre a palancas faltas de ética, valora el bien común y finalmente denuncia o actúa contra la corrupción y con ello evita el efecto "pendiente deslizante", en uno mismo y en la sociedad en su conjunto, que Montesquieu describía: "Es una experiencia eterna que toda persona revestida de poder siente una inclinación a abusar de ella, yendo hasta donde encuentra límites".


Comentarios

  1. Profesor, tienes en tu mente algo concreto como también lo tengo yo y otros muchos, pero lo complicado pasa por los datos o que las personas con un poco de vergüenza se planteen romper su complicidad.

    Es curioso pero en política se confunde al ladrón con el listillo y como no tenemos conciencia de que lo público todo el mundo de ese entorno intenta mirar para otro lado o participa de manera directa del botín.

    Mientras la conciencia de lo público no exista, estamos condenados al cambalache aquí y allá. El día que nos enteremos que nos roban, estaremos en otra dimensión

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    1. Tocayo, ma contaba un amigo que trabaja como jefe de relaciones institucionales de una importante empresa de servicios, que el dineral que cuesta ,a su empresa , las comidas y los regalitos a personal funcionarial y político de los ayuntamientos es enorme ; y ese coste incide en nuestro recibo. Desde luego esta práctica existe porque hay demanda y la demanda usa ese servicio para otros menesteres

      Yo estuve trabajando los diez romeros años de mi vida profesional en una multinacional norteamericana y esa práctica no estaba permitida. Aquí sin embargo es habitual y se utiliza con frecuencia y se considera normal.

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