La solución al desempleo no es el subempleo

Reflexiones… y despedida a una vida docente.

Doy gracias por haber podido trabajar en aquello que me satisfacía plenamente.  Es el momento  de ojear el pasado con los pies puestos en el presente y  vislumbrar un futuro incierto. La coyuntura socio-económica evidencia la necesidad aportar una orientación de vida diferente que permita darnos cuenta de nuestra realidad presente, tolere ser protagonistas de nuestra vida y contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, a reactivar algunos resortes dormidos de la sociedad.

Una juventud llena de interrogantes

Enterarnos de que la solución al desempleo no es el subempleo; los remedios pasan por el desarrollo de nuevos proyectos de vida y nuevos empoderamientos sociales que nos permitan vivir con dignidad. La solución por reformular el modelo social de otra sociedad que no elimine los valores morales, que la persona humana vuelva a ser el centro de una sociedad tecnificada e informatizada. Necesitamos repartir un empleo altamente especializado, evitar las contrataciones esclavizadas, pagando salarios de miseria en el tercer mundo, para vender productos de consumo a bajo coste. Hay que potenciar  y fomentar el autoempleo bajo fórmulas democráticas, para que los trabajadores sean quienes tomen las decisiones sobre sus condiciones laborales.

No permitir que se forjen grandes fortunas derivadas de la explotación de los hombres. Qué el esfuerzo de muchos sirva para enriquecer a unos pocos. Qué los bienes de la tierra estén distribuidos de una manera más justa, más solidaria.

Nuestra sociedad rehúye el esfuerzo como el más horrendo de los espectros. Facilidad e inmediatez son las únicas vías usadas, y los resultados, desgraciadamente, son bien visibles. La que vemos a nuestro alrededor es una sociedad frágil, enferma, indefensa, en profunda decadencia. Una civilización que cede a todas las tentaciones, excepto a la del esfuerzo. Y, sin embargo, el esfuerzo es la esencia misma de nuestra vida y de todas las criaturas. Sin esfuerzo no hay construcción. Sin construcción, no hay sentido.

Debemos ser nosotros mismos auténticos, no sergas de recados publicitarios ni torpes vanidades de quienes quieren utilizarnos. No dejarse convencer por la transitoria veleidad del momento. Qué la mentira no nos confunda, qué la maldad no nos contagie ni la estupidez nos persuada.

Cuando resumo en la memoria mis treinta  años de docencia universitaria, quiero dar las gracias a los alumnos que han escuchado mis enseñanzas a lo largo de los años y me han permitido desarrollar un trabajo maravilloso, educar la inteligencia. Enseñar es la tarea más creadora que existe, de quien entrena el músculo o encamina el talento. Educar la inteligencia es encender una luz que antes no existía en medio de la tiniebla de un universo sombrío y que solo el brillo del conocimiento consigue disipar.

Para terminar, como apuntaba el Prof. Alfonso Reyes: No dejemos que nos conduzcan sin saber a dónde, no consintamos que nos convenzan sin saber de qué. Y, sobre todo, que no nos condicionen la vida, porque nuestra vida es única, insustituible y donde podremos dibujar la figura de nuestra felicidad.