Por San Blás

Para divertirse, hay que buscar alternativas a los sufrimientos del toro.

Hay que tener en cuenta que el incidente que se ha producido este año en Valdemorillo con un anti taurino, se puede considerar como la muestra de lo que puede ocurrir en los próximos años.

Las corridas de toros, en su sentido moderno, nacen en España en el siglo XVIII y desde entonces han despertado críticas y desatado polémicas, incluyendo prohibiciones esporádicas, desde sus mismos comienzos hasta hoy mismo. Los argumentos de sus detractores han cambiado en el transcurso del tiempo según el momento histórico. La oposición a la lidia, ha sido una constante: Lope de Vega, Tirso de Molina y Quevedo, Balmes, Larra, Pío Baroja, Jacinto Benavente, Leopoldo Alas, Ramón y Cajal, Unamuno, Gregorio Marañón,… mostraron su aversión a la lidia. Para los instruidos, la fiesta era bárbara, sangrienta y cruel. El aspecto artístico y tradicional de la lidia no justifica su componente brutal. La lidia puede quizá expresar un cierto sentimiento heroico de la vida y algunos experimentan la estética en el ambiente colorista de la plaza. Para, la mayoría, esa emoción la empaña los mugidos y jadeos del animal desesperado y los chorros y vómitos de sangre. La tozuda alabanza de la fiesta en prensa, radio y televisión habitúa desde la infancia al ciudadano, quien llega a no ver al toro como un ser que siente. Hasta las instituciones del Estado participan en este embotamiento, subvencionando o asistiendo sus cabezas visibles a las corridas.

La lidia no deberia ser ya una seña de identidad de España. No todas las regiones españolas se identifican con las corridas de toros  y, en todas ellas, muchos ciudadanos no consideramos que nos represente. La supresión de la lidia no implica la extinción del toro bravo ni de su hábitat. Hoy, ambos se conservan con fines económicos y, de suprimirse la fiesta serían conservados, como lo son otros ecosistemas y razas de bovinos, incluido el uro primigenio. En el concepto de muerte digna, no cabe el morir acuchillado en un espectáculo, sino ser bien tratado hasta el último momento, evitándose el sufrimiento. ¿Qué hacer además con la picaresca del afeitado de los cuernos, la irritación de las pezuñas o las purgas debilitantes?

En las fiestas de San Blas de Valdemorillo, no se ha permitido el circo por el mal trato de los animales. De hecho, cada vez más lugares de España se declaran libres de espectáculos con animales, en un contexto internacional donde gobiernos de todo el mundo se plantean prohibir los espectáculos con animales salvajes. Pues bien, por la misma causa los toros deben ser retirados de la tradición optando por otras alternativas lúdicas menos sangrientas y controvertidas para celebrar las fiestas patronales. La evolución de los tiempos ha hecho posible introducir cambios en una sociedad desarrollada, abierta al mundo y que quiere vivir dentro de un contexto histórico diferente en donde algunas tradiciones han desaparecido por el signo de los tiempos. También hay que tener en cuenta que el incidente que se ha producido este año con algún anti taurino, se puede considerar como una simple muestra de lo que puede ocurrir en los próximos años.

Algunos veteranos ciudadanos de Valdemorillo se preguntan que ¿si desaparece los toros que hacer con la magnífica plaza que inauguró con bombo y platillo la anterior alcaldesa? Desde luego tirarla, no se deberia tirar, habría que adaptarla cuando sea nuestra, a otro tipo de eventos artísticos y culturales o simplemente se devuelve al constructor (es broma)

Para finalizar tenemos que decir que el beneficio económico de la lidia está manchado de sangre. Justificar el espectáculo del sufrimiento con el beneficio económico es enormemente inmoral. La campaña a favor de la lidia está a cargo de críticos taurinos, ganaderos, toreros y empresarios. ¿No es de lo más natural que ellos promuevan las corridas?