El perdón: generosidad que tonifica el espíritu.
Perdonar no es renunciar o consentir. Perdonar es comprender y empatizar.
Reconforta tener, la certeza de ser
capaz de perdonar. El rencor nos envenena el alma, nos agria el carácter e impide
que la herida cicatrice. El rencor permanece en nuestro inconsciente, nos
enfurece y cuando surge la imagen nuevamente causa de nuestro rencor nos
ponemos enfermos de ira.
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Supero, aprendo y perdono
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La capacidad de perdonar está
directamente ligada a la felicidad. El cerebro cuando perdonamos
activa sentimientos de empatía generando placer. Además,
la capacidad de
perdonar no sólo tiene efectos inmediatos en nuestro bienestar, sino que repercute
en nuestra salud. La tensión arterial disminuye, así como los
indicadores de ansiedad, depresión, fortaleciendo de esa manera nuestra
autoestima, al tiempo que estimulamos también nuestro sistema inmunológico.
Perdonar no es renunciar, no es tirar la toalla, no
es consentir. Perdonar es comprender, empatizar, dejar a un lado
emociones negativas, pensar qué harías en las circunstancias vitales del otro,
cómo habrías reaccionado tú en su lugar. Perdonar es abandonar el papel egoísta de victima que tanto nos
consuela en momentos de desesperación pero que nos impide que nuestra razón
pueda situarse en el lugar que nos corresponde para poder avanzar.
No
solos las religiones son las que proclaman los beneficios del perdón; sino que
la psicología también sostiene que el rencor, el coraje y el deseo de venganza
dañan el cuerpo y el alma, porque provocan y crean emociones negativas en el
cerebro que impiden el funcionamiento sereno y equilibrado de la persona, cuando el estado de ánimo se mantiene
deseando una revancha, el cerebro y el cuerpo promueven toxinas que actúan
sobre el organismo y afectan los sistemas cardiovascular, digestivo
y nervioso. Cuando una persona condona una ofensa eleva su vitalidad, su
apetito, sus patrones de sueño y su energía. Todo lo que disminuye la ira, el
dolor y la depresión, puede hacer a las personas más optimistas, energéticas y vitales.
Perdonar
es gran un desafío, por el valor que concede nuestra cultura al YO y al EGO. Se
nos hace ver que perdonar es un símbolo de debilidad. Pero no es cierto, porque
olvidar una ofensa, ultraje, escarnio, injuria, insulto o maltrato es un acto
valiente que lleva implícito gran
integridad. El perdón nos ayuda a reducir el resentimiento, el enojo y la
irritación; los sentimientos que desarrollan en la persona un sentido de culpa. El
rencor y el deseo de venganza dañan el cuerpo y el alma, porque provocan
emociones negativas ¡Perdonemos! porque el perdón es un instrumento de reconstitución
y encuentro y a través de él no solo vamos a favorecer nuestra salud física
sino también para calmar nuestro espíritu y lograr la paz interior
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