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9/12/16

El perdón: generosidad que tonifica el espíritu.


Perdonar no es renunciar o consentir. Perdonar es comprender y empatizar.
Reconforta tener, la certeza de ser capaz de perdonar. El rencor nos envenena el alma, nos agria el carácter e impide que la herida cicatrice. El rencor permanece en nuestro inconsciente, nos enfurece y cuando surge la imagen nuevamente causa de nuestro rencor nos ponemos enfermos de ira.
Supero, aprendo y perdono
Tal vez por eso, o solamente por eso, el perdón es un acto de generosidad, el más importante, tonifica el espíritu y aumenta nuestra estimación personal. La clave para lograrlo, debe nacer de la razón, para tomar conciencia que el rencor nos daña el espíritu. Tenemos que aprender a desconectar las emociones nocivas que hemos asociado al hecho concreto y sin que  nos atrape. Hacer este ejercicio intelectual, conlleva un proceso personal en el que normalmente aprenderemos a compadecernos de lo que sucedió y tener en cuenta los factores con los que antes no contábamos, para poder renunciar al papel de víctima.
La capacidad de perdonar está directamente ligada a la felicidad. El cerebro cuando perdonamos activa sentimientos de empatía generando placer. Además, la capacidad de perdonar no sólo tiene efectos inmediatos en nuestro bienestar, sino que repercute en nuestra salud. La tensión arterial disminuye, así como los indicadores de ansiedad, depresión, fortaleciendo de esa manera nuestra autoestima, al tiempo que estimulamos también nuestro sistema inmunológico.
Perdonar no es renunciar, no es tirar la toalla, no es consentir. Perdonar es comprender, empatizar, dejar a un lado emociones negativas, pensar qué harías en las circunstancias vitales del otro, cómo habrías reaccionado tú en su lugar. Perdonar es abandonar el papel egoísta de victima que tanto nos consuela en momentos de desesperación pero que nos impide que nuestra razón pueda situarse en el lugar que nos corresponde para poder avanzar.
No solos las religiones son las que proclaman los beneficios del perdón; sino que la psicología también sostiene que el rencor, el coraje y el deseo de venganza dañan el cuerpo y el alma, porque provocan y crean emociones negativas en el cerebro que impiden el funcionamiento sereno y equilibrado de la persona, cuando el estado de ánimo se mantiene deseando una revancha, el cerebro y el cuerpo promueven toxinas que actúan sobre el organismo y afectan los sistemas cardiovascular, digestivo y nervioso. Cuando una persona condona una ofensa eleva su vitalidad, su apetito, sus patrones de sueño y su energía. Todo lo que disminuye la ira, el dolor y la depresión, puede hacer a las personas más optimistas, energéticas y vitales.
Perdonar es gran un desafío, por el valor que concede nuestra cultura al YO y al EGO. Se nos hace ver que perdonar es un símbolo de debilidad. Pero no es cierto, porque olvidar una ofensa, ultraje, escarnio, injuria, insulto o maltrato es un acto valiente que lleva implícito gran integridad. El perdón nos ayuda a reducir el resentimiento, el enojo y la irritación; los sentimientos que desarrollan en la persona un sentido de culpa. El rencor y el deseo de venganza dañan el cuerpo y el alma, porque provocan emociones negativas ¡Perdonemos! porque el perdón es un instrumento de reconstitución y encuentro y a través de él no solo vamos a favorecer nuestra salud física sino también para calmar nuestro espíritu y lograr la paz interior

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