Pido nuevamente reflexión y debate sobre el tema:

INTERESES PERSONALES Y BIEN COMÚN.

Nos enfrentamos a una crisis económica, política, cultural y social. Desafiamos a un sinfín de problemas como la pobreza, el hambre, la falta de empleo, las numerosas violencias, el narcotráfico, el crimen organizado o las guerras y tensiones provocadas por la exclusión y marginación de grandes mayorías de la población.

En este contexto social aparece: la corrupción política y económica, la conflictividad social; la amenaza ambiental del cambio climático y desastres naturales. En un mundo dónde millones de personas no tienen trabajo, son pobres, tienen hambre o no tienen acceso a las medicinas; en un mundo dónde las diferencias entre ricos y pobres son abismales; allá donde reina la pobreza extrema nace la desesperación.
 
Pero dentro de este pasaje real poco esperanzador nos posicionamos en otro nuevo y frente a un desconocido paradigma en el que las élites no son las únicas fuentes que pueden dar un vuelco a la agenda mediática. Ahora somos los ciudadanos, los testigos de tanta corrupción, los que podemos adentrarnos en las nuevas tecnologías para cazar pifias que una vez contrastadas ponerlas fácilmente a circular por las redes sociales y dar carnaza a periodistas. Gracias a la tecnología, se tiene acceso a gran cantidad de información. Donde las fuentes son personas corrientes y las revelaciones totalmente variopintas: sobre los crímenes de guerra de espionaje, evasión de impuestos. etc. Se trata de cómo poner a disposición pública el conocimiento contenido en estas filtraciones de información aun no reguladas. Esta nueva realidad sociológica puede colocar sobre la mesa escándalos de toda índole y de difícil asimilación por una sociedad permanentemente baqueteada por los escándalos de todos los colores.

Estos días hemos podido comprobar cómo las instituciones europeas parecen más preocupadas no por la magnitud del fraude fiscal revelado, sino más bien porque los nombres de los evasores se hagan públicos. Entre los que se encuentran destacados políticos europeos que se llenan la boca de patriotismo a la vez que atesoran su dinero fuera para evadir impuestos

Al menos algo sí que tenemos meridianamente claro: sabemos que hay acuerdo entre las elites económicas de anteponer los intereses personales al bien común y no pagar impuestos y robar como un valor multicultural. Los Papeles de Panamá muestran la solidaridad entre los que practican este capitalismo se comprenden, se justifican y se apoyan. Entre ellos comparten la cultura de “aprovéchate todo lo que puedas del sistema”.

La otra lección que nos ofrecen los Papeles de Panamá, es que la corrupción es intrínseca al sistema capitalista y de libre mercado, que la corrupción no es una cuestión de mala práctica personal. Las elites “ricas” de banqueros, directivos de empresas o políticos son egoístas, quieren más riqueza de la que tienen, por eso utilizan su poder para que la ley se aplique de manera diferente al resto de población, utilizan el poder para modificar leyes que no les favorecen, para que las autoridades políticas se inclinen a favor de sus intereses y les protejan.