Políticos: figuras sin prestigio.


Tienen el horizonte puesto en estar en las listas para las próximas elecciones Generales y ver un espectáculo de cuyos efectos resulta: seguir viviendo opíparamente de lo público.
Los más cínicos han encontrado en la dispersión y en la lentitud de la justicia la fórmula ideal para sortear la rendición de cuentas.
La gran diferencia de nuestros políticos con los franceses, alemanes, ingleses, está en que en esos países, Si lo de las tramas corruptas hubiera pasado en Inglaterra: toda la cúpula del PP y parte del Gobierno de Rajoy, él incluido, habrían dimitido o habrían sido cesados al conocerse la de chanchullos que han cometido. Aquí en vez de dimitir, ¡algunos se presentan nuevamente a las elecciones!, y lo más grave, pudiendo salir elegidos como si no hubiera sucedido nada.
Los partidos, los más cínicos han encontrado en la dispersión y en la lentitud de la justicia la fórmula ideal para sortear la rendición de cuentas y, en el peor de los casos, para lavarse las manos cuando se destapan los escándalos. Las grabaciones que cada cierto tiempo salen a la luz son un infame catálogo de la depredación que ha sentado sus reales en la contratación pública, alentado primero por la financiación delictiva de los partidos y engrosado después por la codicia particular
Algunos de quienes nos mandan y sermonean acerca de la grandeza de España vemos que lo que hacen es forrarse o forrar a sus familiares o entorno y que les importa un pimiento que haya gente sin vivienda, sin medios para vivir, el escepticismo y desánimo del personal es comprensible.
Los políticos piensan que todo va a seguir igual. No les parece ni bien ni mal que ganen unos u otros. Intuyen que nada cambiará en lo sustancial, aunque les digan que sí. Estamos cansados de tanto engaño, tanto daño y tanta repeti
ción de errores. Padecen, padecemos, fatiga democrática. Saben que prometen y luego no cumplen. Saben que no pasa nada por no cumplir. Las campañas electorales las aguantan como una verbena. Saben al dedillo que los códigos éticos no se cumplen. Que la calumnia es la sal de la política. Mastican que la decencia es un bien escaso. Conocen que los representan, pero obligadamente y con trampa. Las elecciones se presentan como un combate de boxeo con tongo. Están al corriente que votar es una cita cuatrienal sin más participación. Ir a votar es como ir a misa o al cine. Como echar la quiniela o jugar a la bonoloto. La urna es una caja fuerte de combinación desconocida, una resonancia de pulsiones ocultas. Pero, con todo, la política es la única medicación posible para nuestra astenia democrática, y el voto la píldora que nos puede aliviar. Votemos, pues, y veamos, una vez más, qué pasa, pero esta vez votemos algo distinto. Cada vez que se mete una papeleta en una urna, se enciende una estrella.

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