Un asunto controvertido



La “fiesta” de los toros.
El resultado de las pasadas elecciones ha convertido el espectáculo taurino en una moneda de cambio político. Prohibirlas sin más sería un acto arbitrario y hasta despótico, puesto que supondría la imposición del criterio de algunos sobre el de otros.

Atrás queda la protección del toro y erradicación de las corridas que propugna una parte muy importante del público. Sin embargo también hay quien viendo una corrida de toros disfruta con la conjunción del torero y el toro que generan movimientos de gran armonía, como el ballet. Con la diferencia de que en el baile no va morir nadie, y en la plaza, en cambio, morirá irremediablemente uno de los dos, generalmente el astado. 

Sin embargo, las corridas de toros que están reguladas por un estricto reglamento, no tienen que ver con los festejos taurinos populares. En algunos casos, como en el toro embolado en el que se colocan al animal dos bolas de fuego en sus astas. En este caso, los defensores de los derechos de los animales consideran que este tipo de festejo supone crueldad gratuita contra el toro, y aunque el animal no se quema, sufre de estrés al tener el fuego cerca de los ojos sin poder huir de él, deslumbrándolo. Parece claro que este caso, constituye la expresión suprema del bestialismo hispano, en donde, centenares de lugareños y foráneos, muchos de ellos borrachos, atacan en grupo al animal, torturándole cruelmente hasta matarle después de herirle y jugar atrozmente con él durante mucho tiempo. Obviamente no son la misma cosa, sobre todo porque no existen leyes que amparen esos festejos populares, a diferencia de las corridas de toros, sometidas al amparo de la ley vigente.

Los animales no son sujetos de derecho. La ley se hace para regular las relaciones entre los seres humanos. Si los animales tuvieran derechos deberían tener, por lógica, los dos derechos más eminentes: a la vida y a la libertad. Esto no es así desde que existe la caza y la ganadería, es decir, desde hace muchos milenios. Sin hacer sufrir al animal, con una muerte controlada, no deberíamos, renunciar a esta fuente de proteínas sería un auténtico crimen, un genocidio que condenaría al hambre a millones de personas.

A pesar de toda la carga cultural e histórica que atesoran las corridas de toros, son crueles y sanguinarias, aunque expresar esto en Valdemorillo podría considerarse como algo impopular. Además tenemos un coso taurino millonario que ¿para qué se usara?, si no. Las administraciones públicas no deberían sustentarlas económicamente, y la educación debería formar a los ciudadanos en el rechazo a la lidia de un animal pensada como un espectáculo mortal. Prohibirlas sin más sería un acto arbitrario y hasta despótico, puesto que supondría la imposición del criterio de algunos sobre el de otros. Es a través de la ley, es decir, de la acción del cuerpo legislativo (el parlamento) como debería solucionarse este asunto. 

Pero que nadie se engañe: conseguir la desaparición de las corridas de toros no va cambiar otras muchas cosas: los animales seguirán siendo estabulados en condiciones terribles, sacrificados sin miramientos y consumidos por las personas. Y, desde luego, en el mundo en que vivimos el final de la lidia de toros no va suponer que los hombres dejen de matarse los unos a los otros con violencia y crueldad absolutas, como viene sucediendo desde el origen del ser humano como especie.

Comentarios

  1. En mi opinión, la fiesta taurina tiene los dias contados simplemente porque la afición entre los jóvenes es practicamente inexistente.
    Como ya dije en otra ocasión, yo no soy aficionado, pero no me molesta su existencia (de la fiesta, quiero decir) y creo que su desaparición nos empobrecerá culturalmente.
    En cuanto a los antitaurinos, creo que debería ponerse de manifiesto sus diferencias con los defensores de los animales.
    Estas diferencias se evidenciaron en Cataluña cuando se votó la prohibición de la Fiesta sin que se incluyese en dicha prohibición las llamadas fiestas populares de embolados y similares.
    He de decir que el mundillo que rodea la Fiesta si me molesta profundamente y que sus integrantes demuestran dia a dia su incapacidad para expresar de forma coherente y racional sus argumentos en favor de la Fiesta

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    1. Fermin Fernandez Bobadilla23 de agosto de 2015, 20:16

      Cuando queremos identificar nuestra cultura con una simbología que la caracterice inequívocamente, sin duda todos pensamos en la tauromaquia, en el mundo del toro, en los toros, en la lidia...., son las pocas cosas que todavía nos unen y que probablemente de las que podemos hablar públicamente sin temor a causar incomodidad a nuestros tertulianos. Los toros es el único concepto sociológico que nos une mayoritariamente a los españoles, venezolanos, mejicanos, colombianos, peruanos, ecuatorianos, portugueses y franceses. En los toros no importa que seas rico o pobre, de derechas o izquierdas, del Real Madrid o del Barcelona, mayor o niño; todos estamos unidos por una pasión común: la Fiesta Nacional.
      Ahí va una frase de García Lorca sobre los toros
      «El toreo es probablemente la riqueza poética y vital de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo.»
      Federico García Lorca

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  2. La ola antitaurina que está imponiendo la nueva izquierda ha puesto en alerta al entramado taurino. Toreros, ganaderos y empresarios, que nunca han sido capaces de unir sus intereses particulares en la defensa de un sector de un gran impacto económico que cada año organiza 15.000 festejos, ya han mantenido reuniones encaminadas a plantar cara con la contundencia de la realidad social al peligro cierto de destrucción de la Fiesta.

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  3. Detrás de la barrera que les aisla de la sangre, los aficionados y curiosos, adictos a la muerte y al dolor ajeno, se jactan de alimentar un biocidio aberrante y estéril con la compra de abonos que les permiten ver hasta la saciedad un espectáculo nauseabundo en el que se torturan, uno tras otro, miles de veces, seis magníficos animales, condicionados desde el nacimiento para representar, junto con el caballo, el papel más funesto de un fatídico guión, dividido en tres “suertes”, en las que unos siniestros mercenarios muestran su desprecio a la vida, acosando y “castigando” a un noble toro, manipulado y traicionado, con arpones y picas afiladas, hasta que muere, asfixiado o ahogado en su propia sangre con los pulmones destrozados por la espada del matador, o apuntillado con un puñal con el que intentan seccionarle la médula espinal. Pudiendo haber sido sometido, según estudios veterinarios, a toda clase de mortificaciones fraudulentas, incluyendo, además del afeitado (del cual, según el artículo 47.2 del reglamento de 1996, son supuestamente responsables los ganaderos), el suministro de fármacos y purgantes, que actúan como hipnotizantes y tranquilizantes, pudiendo producir falta de coordinación del aparato locomotor y defectos de la visión antes de comenzar la farsa taurina y ser descuartizado por los picadores, que le clavan el hierro de la puya en el morrillo, abriendo, a modo de palanca, un tremendo agujero con la cruceta, cortando y destrozando los tendones, ligamentos y músculos de la nuca para obligarle a bajar la cabeza y poderle matar más fácilmente. Continuando con el suplicio de las banderillas; tres pares de arpones de acero cortante y punzante (llamadas también “alegradores”), que le rompen la cerviz, quitándole fuerza y vitalidad, antes de ser estoqueado por los sicarios de la espada y el puñal; una labor premiada con las orejas, rabos y patas arrancadas de sus víctimas, incluso antes de su muerte, como trofeos que testifican el grado de deshumanización de sus cobardes verdugos y quienes les alientan con el griterío inconsciente o un silencio cómplice.

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