En un mundo insolidario



Fanatismos religiosos, desigualdades y fracaso del proyecto europeo
Frente a un mundo integrado en las comunicaciones sociales y que por medio de internet ha penetrado en los rincones más recogidos del mundo, hace mucho más visible el moderno holocausto de las migraciones, que como consecuencia del hambre y la guerras civiles, el auge de los nacionalismos excluyentes y la xenofobia, tienen a una buena parte del mundo sumergido en una confusión gigantesca.

La proliferación de fanatismos religiosos beligerantes, las hirientes desigualdades sociales impuestas por el mundo financiero, el fracaso del proyecto europeo como espacio de prosperidad y justicia. Las altas cotas de pobreza, marginación social en amplias capas de la población mundial. La corrupción sistémica que ceba el capitalismo de amiguetes del área occidental, están generando un mundo insolidario que amenaza su propia autoexclusión
Si a todo este panorama sombrío añadimos el resurgir de un nuevo capitalismo de oligarcas, fundado en un comunismo chasqueado liderado por China Rusia que están generando un el absolutismo político-ideológico de la intolerancia cuartelera y la represión de la disidencia. Y a la desestabilización geoestratégica que el Estado Islámico que está provocando un polvorín civilizatorio al límite de la reacción en cadena.
Si a todos estos precedentes añadimos que el arma nuclear forma parte del arsenal de los bloques en conflicto y que el malestar de amplias zonas de la población es aprovechado por demagogos y políticos sin escrúpulos para pulverizar los tradicionales vínculos de solidaridad. Nos conducen a un contexto ciertamente amenazante que debe hacernos reflexionar a todos.
En este contexto lleno de amenazas globales la tentación lógica sería olvidar los asuntos internos para centrarse en los externos recurriendo al tópico frentista de forzadas unidades populares. Se busca bajo forma de un seguidismo ciego en el líder de turno, ese hombre providencial  que haga de brujo y propicie la mentalidad sumisa dentro de una sociedad gregaria de muchedumbres solitarias donde sobran las personas y los pueblos.
La batalla por la paz y el antimilitarismo, la democracia real y participativa, el socialismo sin tutelas, la solidaridad activa o el respeto del medio ambiente. Pretender dejar para después los valores éticos que deben acompañar a toda transformación social de la realidad de abajo-arriba, que persiga una emancipación integral urbi et orbi, es cimentar el camino para más de lo mismo, pero ahora con el vértigo del colapso ecológico y el fascismo de nuevo cuño en los talones.
La dinámica social, característica del mejor 15M, es a lo que debemos que España sea el único país de la Unión Europea azotado por la crisis que no ha sucumbido a una salida revanchista, xenófoba y ultranacionalista.

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