El cinismo implica la exaltación de la iniquidad

La política se presta divinamente a la hipocresía

El nivel de democracia se mide, o se debe medir, en función de la honestidad de sus gobernantes, debemos tenerlo en cuenta a la hora de ir a votar, para que nuestro voto sea una muestra de auténtica confianza a la personalidad del político o políticos y no a las promesas o ideologías no fundamentadas o acomodaticias.

Hemos podido conocer algunos actos de fragante corrupción por filtraciones al margen de las instituciones. Es que la política se presta divinamente a la hipocresía tal vez por eso, es el campo que utilizan los más sinvergüenzas que pretenden enriquecerse de forma ilegal y más rápidamente. En los últimos años todo se ha permitido a nivel global y no hace falta ser demasiado perspicaz para darse cuenta. Y es que cuando la hipocresía política se une al cinismo estructurado apunta a una complicidad manifiesta, ordenada y sociológicamente concertada que deriva en una práctica potencialmente corrupta y no solidaria con el común de los electores.

Nuestra actual alcaldesa con un auténtico Geta

Un presunto delincuente insolidario

El cinismo político implica la exaltación indiscriminada de la iniquidad, de la práctica maliciosa y de la doble moral, que desgraciadamente nos puede hacer llevar a la desintegración de valores esenciales afectos a la estructura y el funcionamiento de las instituciones públicas. Lo que significa poner en riesgo el sistema democrático y una representación que lejos de haber estado al servicio del pueblo, ha sido manipulado el poder para beneficiarse.

Cada día con estupor y, lo que es peor, con mucha indiferencia, una buena parte de la ciudadanía estamos viviendo al margen de los círculos del poder en donde, el nepotismo, el tráfico de influencias, el amiguismo, la falsa información privilegiada pululan alrededor del poder municipal y somos testigos mudos del cinismo ramplón con el que actúan algunos políticos tanto del gobierno como de la oposición.

Los ciudadanos comenzamos a tener una idea formada de todo o casi todo lo que puede acontecer, sin embargo no nos atrevemos a formular protestas en la magnitud necesaria. Tal vez porque nos amparamos en la cobardía infundada del anonimato, de tirar la piedra y esconder la mano, para después manifestar sin argumentos o soltar exabruptos impropios y a destiempo. Hay que expresar alto y claro lo que pensamos de verdad, con fundamentos sólidos, y no hacerlo sólo en “petit comité” y sin contribuir a recabar pruebas fundamentadas para acudir al juzgado o manifestarlas o expresarnos directamente en las urnas.

ESTE ES UN PEQUEÑO MUESTRARIO EN DONDE HAY MUCHOS MÁS.

Lo cierto es que una buena parte de la política ramplona se presta divinamente a la hipocresía, quizá sea el terreno que más se use por aquellas personas que buscan dar una apariencia que no tienen, que persiguen simular lo que no son, haciéndolo con la intención de lograr algún beneficio propio por medio del engaño. El cinismo de un político se produce, después que voluntariamente se haya involucrado en negocio turbio.

Tal vez por todo lo anteriormente expuesto, el político honesto, el de verdad, debe abandonar el lenguaje de…y tu más y dedicarse a trabajar para ofrecer al elector la realidad de lo que está pasando, dando las soluciones que permitan tranquilizar los intereses del contribuyente. Al mismo tiempo ofrecer pruebas y razones por las cuales un político corrupto debe separarse de la política y ser juzgado.

El cinismo llega a lo máximo, cuando algún político o política dice: "Si me atacan a mí, están atacando la democracia, si me destruyen a mí, están destruyendo la democracia, y agregan mis actos de corrupción es parte de mi vida privada y nada tiene que meterse en mi vida".