Pero, ¿se han creído que somos idiotas?
El exceso de confianza es uno de los mayores enemigos de la razón, tanto más peligroso por cuanto puede surgir en su mismo seno. No hay mayor comodidad que la que procura la ignorancia, aunque sea fingida. La Infanta no sabía lo que firmaba, el Rey no estaba al corriente lo que hacían su hija y su yerno y nosotros no sabíamos que un magistrado del Supremo asesoraba a Urdangarín… ¡Que mala suerte! ahora que lo sabemos el delito del togado ha prescrito. Rajoy y Cospedal desconocían que durante 18 años el PP se financió de manera ilegal ni que en su partido cobraran sobresueldos en B. Nadie sabía en el PP con qué dinero se pagaba la reforma de la sede del partido, así como la exministra Mato ignoraba por gracia de quiénes crecían los coches de lujo en su garaje y los titulares de las tarjetas opacas no estaban al corriente que su uso fuera ilegal. Susana Díaz no sabía lo que pasaba con los cursos de formación. Chaves y Griñán, los expresidentes andaluces, nos tratan de convenc