Valdemorillo Despierta

Una parte destacada de la población no se atreve. Sin embargo cuando lo hace desde el “anonimato”, juzga con una dureza desproporcionada. Con denuncias, a veces sin un fundamento sólido, y fuera del ejercicio elemental de la crítica constructiva que caracteriza a una sociedad sana que defiende democráticamente sus intereses ciudadanos. El ciudadano tiene la obligación de comprometerse con la sociedad incluso después de depositar su voto en la urna. Participando, en la medida de sus posibilidades, en el control constructivo de la gestión política. Tanto a los que gobiernan como los que tienen la obligación voluntaria de ejercer la oposición democrática y cobran por ello. El dinero que malversa el político, el dinero que se han metido en el bolsillos, es el que servía para hacer la vida de todos un poco mejor, más cómoda. El dinero que aportamos los trabajadores al colectivo a canje de unos servicios, a cambio de vivir en una sociedad dónde ningún niño vaya a la e

La cosa sigue mal Y están tan mal por culpa de la incompetencia de Rajodos anteriores gobernantes y de algunos españoles. Fundamentalmente de aquellos que engatusados, se quisieron comprar un piso a pesar de que no tener dinero, pero le daban facilidades de pagarlo en 30 o 40 años con lo que las cuotas de pago mensuales eran menores que los alquileres. Todos quisieron tener una vivienda, y algunos dos porque creían que siempre podrían venderla por un precio mayor, y así hacer un negocio especulativo. Casi todo el mundo tenía trabajo, y se necesitaba más mano de obra barata, por lo que vinieron de otros países, unos 6 millones. Pasando de haber 13 millones de trabajadores a 20 millones. El estado recaudaba más de lo que gastaba, que era mucho, y todo el mundo pensaba que esto era jauja y se gastaba a manos llenas. En la bonanza algunos políticos, menos mal que no fueron todos, los que se aprovecharon de ello. El desfalco  a escala municipal con las inmobiliarias y el urbani

Trajeron:  dolor, sufrimiento y miseria al pueblo mientras ellos se llenan los bolsillo. Lo que ha sucedido con Rato y lo que está sucediendo con los partidos políticos, especialmente el PP y el PSOE, debería hacernos reflexionar seriamente. Votar a uno u otro no debe ser una cuestión de corazón, sino de cabeza; ha de ser una opción razonada y fundada en el mejor conocimiento posible de los candidatos que se nos presentan, al margen de la parafernalia mediática que se desarrolla. Rato, después que fuera relegado por Aznar para sucederle, fue premiado con la presidencia del Fondo Monetario Internacional. George Busch recompenso así a su amigo José María por sus desvelos en la nefasta  invasión de Irak. Lo cierto es que R. Rato, en este periodo presidencial, no se cubrió precisamente   de gloria durante los tres años que estuvo al frente del FMI. Un hombre de su indeciso talento, que además tenía en nómina a quienes pasan por ser los economistas más influyentes del mundo d