Madrid en elecciones

 

Cambio de chaqueta=recurso

Las elecciones tienden a vivirse como una competición deportiva. Algunos ciudadanos con derecho a voto, nos comportamos como aficionados, como seguidores de personalidades políticas, de partidos, de equipos.

En el fútbol, por ejemplo, pocos comprenden que un aficionado pueda cambiar cada año de equipo preferido según sea el mecanismo que cada temporada juegue mejor. Eso no tiene mérito. Hay que estar a las duras y a las maduras. No muchos entienden que un ciudadano cambie su apoyo en cada elección de acuerdo a una serie de argumentos que puedan haberle llevado a ello. Es cierto que siempre hay un grupo de indecisos que varían el voto (a menudo con razones aplastantes como el grado de belleza del candidato o candidata) y, a la postre, deciden los resultados.

Madrid es mayoritariamente de centro, pero es también enormemente plural. De nuevo los ciudadanos daremos ejemplo de moderación. Toca que los que aspiran a gobernarnos lo den también, reconociendo algo que nos parece evidente: que no es sensato que un bloque aspire a gobernar contra otro, porque por muchas tentaciones que se tengan, y muchas aspiraciones legítimas de los distintos líderes, lo cierto es que los números no avalan esa lectura.

El pluripartidismo ha venido para quedarse y hay que entenderlo así.   Pero a pesar de todo, lo estamos viendo con Ciudadanos, el centro es un lugar peligroso, es como estar en la mediana de la carretera. Si no te atropellan los que vienen por la izquierda, lo hacen los que vienen por la derecha. Por eso, en realidad, el centro efectivo no existe. Siempre lleva un aditivo que lo sitúa a un lado u otro de la divisoria ideológica. Normalmente, el caladero donde efectivamente puede captar un mayor número de votos, más allá del minúsculo espacio genuinamente centrista. La historia siempre es la misma. Una crisis del partido tradicional, por una pléyade de escándalos de corrupción, abre brecha para una formación que se presenta como “lo mejor de la izquierda y de la derecha”. Una tercera vía. “Ni rojos ni azules”. El liberalismo polisémico de los social-liberales.

La principal dificultad la presenta la política de pactos. Sobre todo, para un partido como Ciudadanos que registró un crecimiento de aluvión incluidos los rebotados de otras marcas, los oportunistas o los neófitos de la política. Y con ese material humano, la lealtad orgánica es un elemento en riesgo permanente. Un peligro que se ve acentuado por la indefinición ideológica, convertida en un pasaporte hacia aquel lugar que brinde las mejores oportunidades de promoción personal. Nos más que mirar a Toni Cantó, que va por su tercer partido… y lo que venga.

La política es un arte de acomodación a las circunstancias, lo sepan o no esos que componen las llamadas bases, los fans sentimentales. Pero el líder debe saberlo y debe obrar en consecuencia según considere sus intereses. El individuo particular, como nadie se fija en él, ni él mismo siquiera, cree casi siempre que procede en su vida de forma consecuente. No obstante, a poco que se examine a cualquier persona es posible apreciar continuos cambios de rumbo, incluido el racional o intelectual, y en plazos de tiempo no pocas veces brevísimos. Los políticos de raza deben hacer de esa condición un arte y, por tanto, convertir el “cambio de chaqueta” en un recurso de su profesión que esté siempre a mano. En este juego de formalidades se necesita ese bagaje profiláctico, porque si la realidad se muestra a palo seco quizá no quede otra que decir “oh, cómo es posible”. Pero si es el político mismo quien, como un cualquiera, se adelanta y dice “oh, cómo es posible”, entonces el juego democrático va mal.

Eso de que ‘los madrileños han votado’ no significa nada. Los políticos tienen que olvidarse de los votos y actuar de la forma más ventajosa para Madrid.